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miércoles, 8 de marzo de 2017

Weber y el espíritu capitalista



Leer a Weber es un poco complicado y un poco indigesto por su lenguaje, agotador mentalmente, y de entrada cabe aclarar que no es un historiador como tal, aunque se interesó por la historia. Marx Weber es un sociólogo (considerado como uno de los padres de la sociología) y un economista con un sentido antipositivista y con una hermenéutica brillante que aniquila presupuestos marxistas. Sin embargo, el estudio que realiza en esta obra ha servido para estudiar la historia de los inicios del capitalismo, pero tratar de ubicarlo en alguna corriente historigráfica es como intentar ubicar a un biólogo en la misma. Podría decirse que desde el punto de vista filosófico es un idealista, pero en aras a nuestro curso de historia, se puede decir que la manera como tumba los postulados marxistas es por medio de la historia de las mentalidades, la cual tiene fundamentos de la escuela de los Annales, que sería mucho decir, ya que podría ser inclasificable.

Ética protestante y el espíritu capitalista fue una de sus obra más reconocida, y cabe aclarar que no es un estudio sobre el protestantismo, aun cuando sus postulados e ideas religiosas influyeron en el desarrollo del capitalismo y su espíritu, ya que explica cómo los comportamientos de quienes profesaban esta nueva ideología, no solo cambian sino que legitiman nuevas practicas económicas que fueron por tiempo rechazadas y consideradas como mundanas, como el hecho de realizar actividades económicas que llevaran a la acumulación de riquezas y a obtener una mejor posición económica, dejando atrás todo estilo de vida, relaciones, formas de llevar un negocio, transacciones y practicas tradicionales de otras épocas. Lo que en resumen el autor de la obra da a conocer, es la forma como los ideales religiosos del protestantismo y su ética racional conlleva a una mentalidad económica y por consiguiente a una ética económica.

En cuanto al espíritu capitalista, Weber nos da a conocer cómo nuevas ideas y hábitos favorecen la búsqueda racional de ganancias económicas, que se resume en el capitalismo o lo que hoy conocemos como economía privada, cuya base está en la racionalización, es decir, el calculo riguroso, el orden y la severidad, el derecho previsible, la administración con leyes y la proyección económica para lograr el triunfo deseado, evitando a toda costa la especulación irracional o política, siempre acompañado de un instinto desmedido de lucro, pero que además necesitaba la intervención varios factores como la industria, la contabilidad racional y la división de la economía doméstica, factores que los adelantos de la técnica (las ciencias naturales, las matemáticas, la mecánica, precisas y racionales) favorecieron . Y para que todo esto se diera fue necesario la aceptación de ciertas tendencias, como lo fue la ambición de ganancias y la nueva concepción del trabajo, bien llamado ahora profesión.

Por un lado, las aspiraciones lucrativas se materializaban mediante el ejercicio constante de la profesión, la adquisición de los medios de producción , la mano de obra y la venta de productos, ya no para la satisfacción de lo necesario, o sea, para lograr un equilibrio de los gastos personales, sino con el objetivo de acumular. Entonces, vemos el surgimiento de los nuevos empresarios, personas que además de precavidas, audaces, mesuradas, constantes, con una entrega total a lo propio y con ideas y “principios” burgueses, ven en “el negocio” y en su continua actividad, algo indispensable para sus vidas, motivados por un sentimiento irracional de cumplir llanamente con su profesión que los lleva a una entrega total con un afán de enriquecimiento, necesario al orden económico capitalista. Además son personas indiferentes a las creencias religiosas tradicionales, que inducen a alejarse y separarse del trabajo en el mundo, por lo cual Weber expone que hay una relación negativa entre la conducta práctica de estos nuevos empresarios y los sentimientos religiosos.

Lo anterior nos remite a la nueva concepción del trabajo, ya que se deja de lado la idea de que el trabajo está hecho para el hombre, como una carga impuesta, una obligación, una maldición o castigo divino, y se pasa a la idea a la que el hombre esta hecho para el trabajo, como un deber que hay que cumplir, como un llamado divino que se debe acatar según el lugar que ocupamos en este mundo, como un designio, un destino o una predestinación. Y con esto se introduce la categoría de profesión, lo que Lutero define como una misión, y que es el fundamento de la ética de los empresarios modernos.

Luego, el espíritu capitalista está desprovisto de una coherencia directa con la religión, con lo cual se desliga totalmente del tradicionalismo que aspira a ganar lo necesario, contrario a la idea de ganar cuanto fuera posible como un deber puntual y recto en los negocios, que es la nueva mentalidad que encarna determinadas cualidades éticas diferentes y que se vale de trabajo como medio de racionalización para el aprovisionamiento de bienes materiales para la humanidad. Por consiguiente el empresario moderno siente satisfacción al proporcionar trabajo a muchas personas y a su vez contribuir al desarrollo del contexto en el que de encuentre. No obstante, la introducción del espíritu capitalista no se dio de forma pacífica, hubo obstáculos y resistencia, ya que había desconfianza y poco deseo por dejar el tradicionalismo.


Comprendiendo todo lo anterior, notamos que ya no era necesario ni la aprobación del poder religioso, ni el del Estado sobre la vida económica, sino la de la “mano invisible”, la de “laissez faire-laissez passer”, es decir, la completa libertad económica que hasta ahora empesaba y que trae consigo una nueva concepción del mundo en la que uno, los individuos se ven obligados a adaptar los comportamientos prácticos a las condiciones capitalistas para progresar, ya que bien sea como empresario o como trabajador, actuar en contra de las medidas capitalistas del sistema lleva a la exclusión y al exilio económico, o sea, a la quiebra o al desempleo. Y dos, esta determinada por intereses políticos, económicos y sociales, por ejemplo, cada país educa y crea a los individuos que requiere y las profesiones que más se ajustan para cumplir con sus planes de desarrollo y así mover su economía, profesiones enfocadas bien sea para gestionar o para la parte operativa.

Referencia
Marx Weber.Etica protestante y el espíritu capitalista.      

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